sábado, 12 de julio de 2014


Los Padres y el Desarrollo Infantil


Por Giselle Silva
Extraído de la Revista "Espacio para la Infancia" de la Fundación Bernard van Leer
Enero 2001 Número 16
El reto que supone el apoyo a programas de desarrollo infantil ha despertado el interés y la necesidad de reflexionar acerca de la importancia del papel que juegan los padres en el desarrollo de sus hijos, y los beneficios que brinda una buena interrelación entre éstos. Es creciente la conciencia de la necesidad de asumir enfoques holísticos en dichos programas, que incorporen - como parte de sus estrategias - la participación de los padres, no sólo como agentes que procuren la supervivencia biológica del niño, sino sobre todo como aquellas personas responsables de su cuidado, soporte, estimulación y desarrollo integral. La necesidad de profundizar en este tema nos lleva a plantear interrogantes esenciales que presentaremos a continuación.
¿Porqué los niños necesitan a sus padres?
Nacer con vida, recibir alimento, estar limpio y protegido del frío no garantiza el acceso a la humanización. De hecho, una máquina bien programada podría cumplir las funciones de nutrir, abrigar y limpiar con puntualidad y exactitud. Por lo tanto, la necesidad de los padres tiene que ver con mucho más que brindar satisfacción a las necesidades básicas de hambre, regulación de la temperatura o higiene. Los niños necesitan de sus padres para convertirse en humanos, en el sentido más general del término. Esto sólo es posible a partir del establecimiento de un vínculo entre dos: un adulto disponible y dispuesto a adoptar a su hijo; y un niño que requiere de este adulto para ser incorporado en su especie y alcanzar el estadio donde pueda valerse por sí mismo. La esencia de la parentalidad (1) radica en este lazo, y es lo que permitirá al infante el acceso a desarrollarse como persona, en el más pleno sentido del término.
Muchos estudios sobre desarrollo infantil han podido constatar los dañinos efectos de la carencia, fragilidad o ruptura de un vínculo saludable y sólido entre el infante y su figura parental. Los estudios de resiliencia muestran también que uno de los factores protectores principales frente a la adversidad es la disponibilidad de un vínculo humano incondicional que, por lo general, lo constituyen los padres o aquella persona que los represente.

Ser padres y la necesidad de apoyo
Es padre o madre quien parentaliza a un niño y asume esta función desde una posición determinada. Esta función guarda relación con dos aspectos: con la provisión de cuidados que aseguren la supervivencia sostenida del niño, pero sobre todo, con el compromiso de incorporar al infante a la comunidad humana, brindándole soporte emocional y educación.
A través de la parentalidad, el adulto también crece y se desarrolla. La presencia del hijo significa la apertura de oportunidades inéditas e insospechadas, que otras experiencias no pueden proporcionar. De este modo, la unidad bipolar "padres-hijo" genera un espacio donde todos los involucrados evolucionan y crecen como personas.
Ser padres no es fácil. Demanda la superación de muchos retos y de una energía especial. Los padres necesitan frecuentemente soporte externo para desempeñar su tarea. Más aún, en los tiempos actuales, donde la familia extensa es cada vez menos frecuente y ambos padres deben trabajar para asegurar el sustento familiar. Así, el apoyo externo de abuelos o tíos es un privilegio para algunos. Ocurre también que la composición familiar actual es variada, existiendo en muchos casos madres o padres solos, que cumplen su función individualmente.
Los niños tienen múltiples necesidades, y una de ellas es la adecuada parentalización. Los adultos pueden cumplir con éxito esta función si cuentan con un soporte para sí mismos y para el hecho de ser padres. Padres que no cuidan de sí mismos o que no cuentan con suficiente soporte, terminan exhaustos, deprimidos y su capacidad de parentalizar adecuadamente disminuye (Meighan, 1997). Este es uno de los factores que más afecta a los niños. Si realizamos un análisis cuidadoso veremos que los llamados "niños en riesgo" son, en su gran mayoría, pequeños que carecen de una adecuada parentalización. Diversos investigadores han observado que los niños "en riesgo" tienen menos oportunidad de iniciar interacciones con sus padres que niños que no están en riesgo (Hanson, 1984; Wedell-Monig & Lumley, 1980).
Diversos estudios nos muestran que, tanto en circunstancias de guerra, recesión económica, violencia social, vida en tugurios y otros males sociales, los niños se ven preservados del impacto negativo de éstos en la medida en que padres adecuados operan a modo de barreras protectoras de su bienestar (Freud, A., 1954; Silva, 1999; Baldwin, Baldwin & Cole, 1992).

¿En qué consiste una adecuada parentalización?
La parentalización se expresa a través del vínculo que se establece entre un padre, una madre y su hijo. Por lo tanto, la calidad de éste es el factor central a tomarse en cuenta. El "cómo" y el "cuánto" requieren los niños de sus padres hace alusión a las características cualitativas y cuantitativas de ese lazo que define la parentalidad.
El factor más importante en la calidad del vínculo entre padres e hijos es la empatía. Es gracias a esta capacidad - exclusivamente humana - que los padres de cualquier nivel socioeconómico y pertenecientes a cualquier cultura, pueden comprender profundamente las necesidades más sutiles de sus hijos, y responder a ellas con prontitud y pertinencia.
El "saber colocarse en el lugar del otro" permite a los padres el acceso a un modo de conocimiento a partir de la experiencia y del encuentro único, específico y variable con cada uno de sus hijos. La comprensión empática de las necesidades infantiles no tiene un nivel de conocimiento "científico" u "objetivo". Sin embargo, es de enorme relevancia para la crianza, en particular, y para las relaciones sociales en general.
La comprensión empática es así, un proceso y no un estado, en el cual se da un continuo esfuerzo de acomodación a lo nuevo y a la información desafiante sobre el niño, con la finalidad de acceder a su experiencia emocional, perspectiva particular y motivaciones subyacentes (Oppenheim, 1999). De este modo, consideramos el desarrollo de la capacidad empática como la base del edificio de la interrelación entre padres e hijos y, su presencia o ausencia, uno de los factores esenciales para el desarrollo de los niños.

¿Cómo y cuánto necesita un niño de sus padres?
El niño requiere de un vínculo con sus padres suficientemente bueno y suficientemente continuo en el tiempo para contar con estímulo y seguridad. Por lo tanto, un equilibrio entre calidad y cantidad son necesarios. Sin embargo, la cantidad de tiempo que un padre pase con su hijo no basta por sí misma. Un interesante estudio mostró que lo relevante al respecto es la percepción que el niño tiene de la disponibilidad emocional de sus padres. Esto es, no la cantidad específica de tiempo que pasa con ellos, ni tampoco las conductas concretas que los padres ejecutan para enriquecer la relación con sus hijos. Si bien esto es importante, no es lo central. De ello se deduce que lo que realmente importa es la disponibilidad de los padres para responder a las necesidades de sus hijos.
¿Cómo influye la cultura y el nivel socioeconómico en la crianza de los niños?
Cada cultura trasmite a sus miembros cómo ser padre o madre. En la crianza, los padres ponen en práctica lo que han vivido a partir de sus propias experiencias como hijos. Algunos puntos relevantes influenciados por la cultura son, entre otros:
- El nivel de participación del varón en la crianza de sus niños.
- Las características que se alientan y las que se buscan erradicar en ellos.
- Qué es bueno y malo, deseable o indeseable, feo o bonito. Es decir, los valores éticos y estéticos.
- En qué casos se permite la expresión de la agresión y la sexualidad.
- Tipo de contacto físico con los hijos, predominancia de lo verbal sobre lo no verbal y viceversa.
- Valoración del juego o la predominancia del aprendizaje para el trabajo.
- El estilo disciplinario ejercido con los hijos.
Todos estos aspectos y la cualidad que asumen de cultura a cultura guardan relación con la funcionalidad al mantenimiento del orden social y económico de la sociedad en los que tienen lugar. Así, el niño se ve condicionado por las expectativas de sus padres y por el estilo parental de los mismos. En pocas palabras, el niño se desarrolla a partir de una socialización específica a su cultura.

Características y habilidades de una buena parentalidad
Por lo general, los padres desean hacer las cosas lo mejor posible respecto a la crianza de sus hijos. Que lo logren es un reto, y diversas condiciones personales y del entorno influyen en una u otra dirección. Uno de los aspectos centrales es el acceso del padre o la madre al nivel evolutivo de adultos. Como dice Herzka (1995): "El ser adulto es una posibilidad, es una actitud frente a los seres humanos y al mundo. Adultez implica establecer lazos voluntariamente, asumir responsabilidades y compromisos por iniciativa propia y por propia elección, así como también la capacidad de ocuparse de sí mismo, y al mismo tiempo, estar disponible para percibir y ocuparse de otro". Por tanto, una adecuada parentalidad tendrá entonces como componentes centrales la responsabilidad y el compromiso, elegidos libremente como una opción de vida.
Hay otras características y habilidades que padres y madres requieren desarrollar para influenciar positivamente en la calidad del desarrollo de sus hijos pequeños:
- Buena salud mental que permita establecer un vínculo sano con el niño.
- Alegría, capacidad de sonreír, mostrar afecto y calidez.
- Observación, atención y capacidad reflexiva para actuar de acuerdo a las circunstancias, necesidades y requerimientos.
- Iniciativa.
- Capacidad de brindar cuidados pertinentes y oportunos: lo que el niño realmente requiere y a tiempo.
- Conocimientos, no amplios, pero suficientes, sobre lo que favorece el buen desarrollo de un niño.
- Creatividad para afrontar las situaciones inesperadas propias de todo curso de desarrollo humano.

La influencia de los padres en el desarrollo del niño pequeño
Los estudios modernos demuestran que durante los tres primeros años de vida se producen desarrollos neuronales de primer orden, como en ningún otro período del ciclo evolutivo. El niño nunca aprenderá tanto, ni se verá tan influenciado por su entorno. De este modo, es evidente que la importancia de los padres en el desarrollo de los niños pequeños es central.
Los padres son modelos y los ayudan a desarrollarse, al estimular en ellos diversos aprendizajes relacionados a la vida social, a la comprensión cognitiva de la realidad que los circunda, a valores morales y estéticos. A su vez, y esto es primordial, nutren al niño, tanto biológicamente, como con experiencias diversas que repercutirán en su crecimiento físico, en el desarrollo del lenguaje, en su capacidad de adaptación al mundo. Así, los padres, son los agentes promotores más importantes del desarrollo infantil.
Un niño es una persona distinta y separada de sus padres. Los hijos no "llegan a ser lo que son por sus padres", sino por ellos mismos. Algunos sienten erróneamente que sus hijos "les pertenecen" en virtud a lo que les han brindado desde que nacieron. Pero esto no es así. Los padres dan soporte, brindan oportunidades y aseguran la supervivencia del niño. Esa es su tarea y, deseablemente, una decisión asumida, donde padre y madre también reciben mucho del niño y de la experiencia de cuidarlo. La relación es recíproca desde el comienzo, aunque no siempre es percibido de esta manera.

Reflexiones
Los padres son las personas más importantes para los niños pequeños. Son aquellas personas que ofrecen al niño la oportunidad de desarrollarse con soporte y garantía de incondicionalidad. Padres e hijos se necesitan mutuamente de igual forma. Los niños necesitan de sus padres para sobrevivir e instalarse con seguridad en la vida; y los padres necesitan de sus hijos para seguir evolucionando como seres humanos.
El impacto que tiene el desarrollo de la buena interrelación entre padres e hijos es enorme.
Como señala Evans (1999): "De la calidad con la que los padres cumplan su función, dependerá no sólo el desarrollo de sus propios hijos, sino también el de la comunidad, como un todo. Después de todo, el mundo está compuesto por adultos y niños; por aquellos que se responsabilizan de introducir a la siguiente generación y por aquellos que deben ser cuidados: esa generación en crecimiento".

(1) En este artículo, todos los términos referidos a "parentalidad" y derivados, provienen de la utilización de la palabra inglesa "parenthood" y similares. No existe traducción literal en español, por lo que nos referiremos a ella como la calidad de ser padre o madre, con independencia de si es hombre o mujer quien asume esta función.
Giselle Silva es psicóloga clínica de profesión. Realizó un doctorado en psicopatología de niños y adolescentes en la Universidad de Zurich, Suiza.
Su tesis doctoral ¨Resiliencia en niños peruanos expuestos a vilolencia política¨ dio lugar a una publicación llamada ¨Resiliencia y violencia política¨. Actualmente es consultora de proyectos de desarrollo infantil con enfoque de resiliencia. Ha trabajado en diversos proyectos dirigidos a infancia y adolescencia, en zonas marginales del Perú. Es miembro fundador de Panez & Silva Consultores, que en la actualidad tiene a su cargo el Support Programme apoyado por la Bernard van Leer Foundation. Giselle Silva ha escrito varias publicaciones sobre desarrollo infantil, juego y otros temas vinculados a los niños. Se desempeña como docente universitaria y desde hace dos años es madre de una niña.

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